En nuestra experiencia dentro del mundo de la educación empresaria, muchas veces observamos que las organizaciones sobreestiman el impacto de los talleres de capacitación sobre el comportamiento real de las personas. De alguna manera suponemos que las reglas y costumbres de un sistema pueden modificarse de manera exógena, inyectando cápsulas de conocimiento que nutran y fortalezcan las articulaciones y conductos de la organización, dice Tomás Donovan, de la consultora Ingouville, Nelson & Asociados.
Sin embargo, en la realidad cotidiana el círculo virtuoso de entusiasmo, generado en los cursos, choca con el cultura resultadista de las organizaciones.
Ahora bien, plantea Donovan, ¿a quién atribuirle la culpa por tal incompatibilidad? ¿A la alta gerencia que no predica con el ejemplo? ¿A los facilitadores que no saben cómo diseñar talleres que realmente impacten en el comportamiento efectivo de los participantes? ¿A los participantes que se resisten a cambiar patrones de conducta establecidos? ¿A los responsables de RRHH que no saben gestionar internamente el conocimiento? ¿A la línea que subestima el rol de capacitación?
Sin embargo, en la realidad cotidiana el círculo virtuoso de entusiasmo, generado en los cursos, choca con el cultura resultadista de las organizaciones.
Ahora bien, plantea Donovan, ¿a quién atribuirle la culpa por tal incompatibilidad? ¿A la alta gerencia que no predica con el ejemplo? ¿A los facilitadores que no saben cómo diseñar talleres que realmente impacten en el comportamiento efectivo de los participantes? ¿A los participantes que se resisten a cambiar patrones de conducta establecidos? ¿A los responsables de RRHH que no saben gestionar internamente el conocimiento? ¿A la línea que subestima el rol de capacitación?